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domingo, 16 de enero de 2011

El Camión de Abuelo


Mi abuelo tenía un nombre. Se llamaba José. En realidad mis dos abuelos –paterno y materno- portaban el mismo. Esta involuntaria coincidencia –que no es la única que se ha presentado en mi familia en lo que a nombres se refiere- provocó que el primogénito de mis padres –que no soy yo- rompiera con la italianísima tradición de ser llamado como los abuelos. Mi hermano mayor entonces, en lugar de comenzar a vivir siendo José José, fue llamado Carlos Alberto, sustantivo propio que en aquella época se disputaba la “Cinta Azul de la Popularidad” con Juan Carlos y José Luis. Cuando mis abuelos preguntaron azorados a qué se debía semejante sacrilegio, mi papá les dijo que era en homenaje a Carlos Gardel y Alberto Castillo, dos cantores de tango muy famosos, que se encontraban entre los preferidos de ambos Josés. De esa forma fue posible para mi hermano, gambetear tan incómoda aliteración.

Mi abuelo materno, decía, se llamaba José. Sospecho que en Italia vio la luz como Giusseppe pero al desembarcar en estas tierras en 1909 su nombre fue castellanizado por el empleado de Aduanas que selló su entrada al país. Contaba él con 8 años, de manera que mucho que digamos, no se pudo quejar si tal hubiese sido su deseo. Como siempre ocurre, inmediatamente fue rebautizado como Pepe, lo que sucede con casi todas las personas cuyo nombre es Jose. Algunos afirman que tal apelativo proviene de utilizar la primera letra de las palabras Padre Putativo teniendo en cuenta que ese era el cargo que ostentaba el carpintero José, padre de Jesucristo. Otros sostienen que es una deformación del final de Guisseppe. Vaya uno a saber cómo es esto de la tradición oral y el capricho de unos trasnochados, que hacen pasar a la historia nombres y situaciones que con el tiempo son difíciles de explicar. Casi casi como el peronismo.

A mi abuelo José, Giusseppe o Pepe, su esposa e hijos siempre lo llamaron Papito y para nosotros, sus nietos, siempre fue Abuelo. Me refiero a dos nuevos bautismos. Tanto Papito como Abuelo terminaron siendo su nombre. No era “el abuelo” sino Abuelo a secas, “Fijate si llegó Abuelo” nos decían o “Avisale a Abuelo que ya está la comida”. Más adelante volveré sobre el tema nombres; me detuve en esto para que se entienda que todo lo que pertenecía a ese hombre, no era “del abuelo”, sino “de Abuelo”. Eso marcó para mí una diferencia notoria con todo lo que conocí después. De esa manera, existían los cigarrillos de Abuelo, las plantas de Abuelo, la regadera de Abuelo y el Camión de Abuelo. Ahí, justo ahí es donde mi relato quería llegar.

El camión de Abuelo fue una institución para mí y el resto de mi familia. El único vehículo que hubo a nuestro alcance en toda la década a la que me estoy refiriendo. Era un Chevrolet del año 47 ó 50, con una gran parrilla plateada al frente y una carrocería de madera por detrás. Estaba pintado de un azul Francia que lo hacía inconfundible por las calles de La Boca y el resto de la ciudad de Buenos Aires. No creo que hubiera dos como ese, y si lo había, a mi no me importaba nada. El único camión azul que he visto a lo largo de toda mi vida, fue el camión de Abuelo.

Para llevarnos al médico, a visitar parientes, a bodas y entierros, al cine y a cualquier actividad que superara el horario de las 17, estaba el camión con Abuelo al volante. Muchos domingos calzamos la lona en la caja de atrás, unas banquetas y ahí salíamos todos a la zona sur, que era donde los hermanos y cuñados de Abuelo junto a  sus familias solían vivir. Lanús, Adrogué, Villa Domínico, Temperley, Banfield  Berazategui y City Bell vieron estacionar el bólido azul francia y descender la horda de desahogados que venía de La Boca con guitarras en manos de los jóvenes y tipos grandes con muchas ganas de cagarse de risa. 

El camión también llegaba -para nosotros los más chicos- muchas tardes cargando bicicletas arregladas, cajas con algunos juguetes deteriorados –que quedaban de la carga que Abuelo había transportado- o revistas y libros que sólo se conseguían en el Centro. Esas tardes, alguno de nosotros se comía los codos esperando que se hicieran las cinco, sentado en la vereda alta que limitaba la casa de mi abuela, como yendo para Ministro Brin. También salió corriendo algunas madrugadas en las que tuvimos dolores de muelas o anginas y se usó para ir a despedir y a recibir a los parientes que partían o llegaban de las vacaciones.

El camión de Abuelo siempre estaba ahí y era una buena cosa contar con su presencia. Además, Abuelo nunca ponía reparos en agarrar la llave y subirse a manejarlo adonde fuera necesario. En la cabina o en la caja trasera, siempre había alguien o algo que necesitaba ser transportado.

Abuelo tenía un año menos que la decena del año en curso por haber nacido en 1901. Trabajó manejando el camión hasta fines de 1979 en que ya no le renovaron el contrato de trabajo en la empresa. Cargaba con 78 años y quería seguir manejando. En el año 1984, cuando conoció a mi actual esposa y nuestros hijos, me dijo:

- Si sabía que iba a vivr tantos años más, no vendía el camión… Ahora podría llevar a tus hijos a pasear...

Pero eso pertenece a otra vida.



3 comentarios:

  1. Hermoso y emotivo recuerdo. Me encantó!!!
    LV

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  2. es inutil, chiri! siempre hay cosas que nos acercan, qlt!
    esto me hizo llorar: recordè a pepe, mi viejo, que siempre llegaba los viernes de franco con libros, discos o juguetes de regalo.
    y recordè a mi otro padre, mi tìo osvaldo, mi inolvidable tìo gordo y su colectivo, que nos llevaba y traìa todo el tiempo de todos lados. ahi casi nace mi hermano pablo, con eso te digo todo!
    abrazo de tu amiga mate. y gracias.

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  3. mi padrino tenia un chevrolet 47, una joya q servia para los viajes familiares de los domingos a punta lara, mi madre q tiempos aquellos

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