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domingo, 2 de enero de 2011

Un gol

            Según contaban mis antepasados, mi papá era un excelente jugador de fútbol. Goleador destacado y aguerrido defensor, era el primero en ser elegido para todos los partidos que se armaban en los potreros de su infancia y adolescencia. Tampoco él lo negaba y me atrevo a postular que ese era su pequeño gran orgullo. Nunca pudo hacer valer su talento en un club conocido, porque en ese entonces, jugar al fútbol era cosa de vagos y no se manejaban las cifras que ahora nos sorprenden cuando se habla del sueldo o la cotización de un jugador. De lo antedicho puede fácilmente inferirse que sus hijos heredaron la habilidad y la destreza para la práctica de tan gallardo deporte.

            Pues no. Mi hermano y yo siempre fuimos dos troncos aberrantes. En realidad. él lo fue un poco menos porque le puso onda, dedicación y esfuerzo. Yo lo intenté en varias posiciones pero mi incipiente autocrítica me aconsejó dejarlo a un lado. Tenerlo como un “de vez en cuando” mitad porque a nadie le gusta hacer papelones de tiempo completo. Sin embargo, no quiero dejar pasar de largo un recuerdo que habla de muchas cosas a la vez. Oportunidad, solidaridad, gloria efímera y accidentes.

            Una mañana del verano de 1970, estaba yo de colado como casi siempre entre los amigos de mi hermano, cuando por la esquina de Ministro Brin, vimos aparecer al Enzo doblando por Caffarena, haciendo picar una pelota de cuero. No era lo único nuevo que traía el susodicho. También estrenaba guantes de arquero; amarillos en la palma y azules en el dorso, se afirmaban a la pelota antes de iniciar cada nuevo pique.

- Enzo…! – le gritó el Emilio – ¡Qué linda pelota! Pero esos guantes son de mersa.

- Ma qué mersa, tarado. – le contestó – Son igualitos a los de Roma. Me los trajeron los Reyes

            Como yo era el más chico –tenía siete años y la primera comunión recién tomada– todas las miradas se centraron en mi persona como tácitas guardianas de mi inocencia, protegiendo el milenario secreto que conlleva la existencia de los mágicos monarcas; porque al fin y al cabo, esos pibes eran buena gente. Mi hermano, con un guiño cómplice, les dijo que no se hicieran problema, que yo ya sabía todo porque me lo había contado el Crescen –un amigo mío un poco mayor- hacía ya un par de semanas. Sin que nadie lo propusiera explícitamente, enseguida se armó la caravana hacia la “Canchita del Puerto”, un baldío que se hallaba en la esquina de Pedro de Mendoza y Caffarena, lugar sobre el que ahora pasa la Autopista Buenos Aires – La Plata y que en ese momento era uno de los tres estadios oficiales del barrio. Por eso es que tenía un nombre. Los otros dos eran la “Cancha de la Placita Solís” –situada en el predio del mismo nombre, en la manzana formada por las calles Olavarría, Ministro Brin, Suárez y Caboto– y “El Potrero” que era un cuarto de manzana ubiado justo frente a mi casa, en la esquina de Caffarena y Caboto.

            Apenas llegamos a la cancha, comenzó el ritual del “Pan y queso”. Dos de los mejores jugadores –o en su defecto, un buen jugador y el dueño de la pelota– se ubicaban frente a frente a unos tres metros de distancia entre ellos. El primero daba un paso haciendo coincidir el talón del pie que avanzaba con la punta del que quedaba fijo, y decía la palabra “pan”. Acto seguido, el otro hacía lo propio pero pronunciando la palabra “queso”. De esa manera se iban acercando al grito alternativo de pan, queso, pan, queso hasta que en un momento, uno de los dos pisaba la punta del pie del otro y eso le otorgaba el derecho inalienable de elegir primero a los integrantes de su equipo.

            El partido se pactó “a doce” que era la cantidad de goles que daba por finalizado el cotejo y determinaba que el primer equipo que consiguiera esa cantidad de tantos sería el ganador. Promediando las acciones – íbamos perdiendo deshonrosamente por 8 a 1 – el Enzo y sus guantes se estaban transformando en las vedettes del día. Atajaba y desbarataba todos nuestros intentos por quebrar el marcador. En realidad, todos los intentos del resto de los integrantes de mi equipo, porque yo me la pasaba corriendo de arriba hacia abajo y todavía no había tocado una pelota. Este tipo de comportamiento futbolístico sería mi marca, mi sello indiscutible de cara al futuro.

            Sin embargo, en un momento, mi hermano recibe un pase milimétrico del Marciano. Le devuelve la pared y pica para recibir el nuevo pase mejor ubicado en diagonal al arco. Yo andaba boyando por ahí, pensando en que mejor hubiese estado en casa con un Isidoro o andando en bici. Mi hermano recibe la devolución, y cuando va a patear al arco me ve; se frena en el aire y en lugar de disparar me envía un pase corto mientras me grita:

- Tomá, hacelo.

            Yo veo venir la pelota, mientras en el radio de visión, y por la derecha, las palmas amarillas de los guantes del Enzo comienzan a encandilarme, a tiempo que éste va saliendo de la valla para achicarme el ángulo de disparo y frustrar para siempre mis ilusiones de goleador. Calculo el momento de la llegada del balón y lanzo un potente puntinazo en dirección al arco, apretando los puños y cerrando los ojos. La pelota pega de lleno en la nariz del desdichado arquero, describiendo luego una rara parábola  cruzando la línea imaginaria trazada entre dos montoncitos de ropa que hacían las veces de postes.

            ¡Goooooolll…! Gritamos todos, saltamos y festejamos. Yo me fui corriendo a buscar la pelota con la que había facturado mi primer gol; algo emocionante y un con sabor que yo desconocía. Me vinieron a abrazar y me levantaron en andas. Me transformé entonces en el héroe de la jornada, porque además, el partido terminó en ese mismo instante. El Enzo se levantó del piso chorreando sangre de la nariz. Se sacó los guantes – que ahora también eran de color rojo – me pidió la pelota y sin hacerla picar, se fue a su casa a practicarse los primeros auxilios correspondientes.

            Muchos años después tuve la oportunidad –y esta vez de cabeza- de concretar el segundo gol de mi historia futbolera. Pero no fue festejado por mis compañeros ya que se trató de un fatídico gol en contra.

Pero eso, pertenece a otra vida



7 comentarios:

  1. hola abu soy ale te queremos july,yo,nico,loly,hernan,mariano,nanu y pablo y te queria decir que ojala puedas cumplir todos tus sueños :)

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  2. despuès del comentario que me precede, el de uno de tus nietos, cualquier comentario huelga.
    el pibe ha heredado el talento de su abuelo para transmitir el alma, parece.
    abrazo, pablo, a vos y a toda la familia en este incipiente 2011. que, al menos a mi, me encuentra deseando que vengan, de una vez por todas y para siempre, "los màgicos monarcas".
    muchos besos, mar.

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  3. "Transmitir el alma"... nada más acertado para describirte.
    Creo que, aun con goles en contra, ya le ganaste el partido a la vida hace mucho - coronado por un gol de media cancha que valió por seis, pero eso... pertenece a otra vida.
    LV

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  4. UNA CANCION, UN ARCO Y LUEGO UN SUEÑO QUE NO QUISO QUEDARSE QUIETO . . . HE VISTO EN EL "HOMBRE" QUE LOS DIAS DE GLORIA SON LOS QUE SE RESUCITAN SIEMPRE, EN PESARES, ALEGRIAS, GRITOS Y ESCRITOS Y QUE PERTINACES NOS HACEN SENTIR ESE SABOR . . . AH! ESE SABOR . . . ESE, UNICO EN SU ESPECIE QUE LLEVAREMOS POR SIEMPRE EN NUESTRO" SINO" . . . P.D.: EL COMENTARIO DE ALEJANDRO ME "MATO" BESOS POR MILES, HAYDEE"

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  5. Ana María Rumbolá2 de enero de 2011, 18:00

    GRACIAS PABLITO!!!! PERO LLEGASTE TARDE,YA HACE UNAS HORAS QUE VI EL ENLACE Y LO LEI, Y CONFIRMO LO QUE YA TE DIJE :QUE TALENTO !!!!! ME ENCANTA COMO ESCRIBIS, QUE MEMORIA!!! TE JURO, ES COMO SI ESTUVIERAS CHARLANDO CONMIGO, HAY PARTICURALES QUE ME ME LLEVAN A RECORDAR MI INFANCIA EN CELINA,COMO POR EJ: MI HERMANO QUE TAMBIEN JUGABA A LA PELOTA CON LOS CHICOS DEL BARRIO" EL PAN Y QUESO" TAMBIEN LO HACIAN !!! EN FIN ,TANTAS COSAS Y MOMENTOS QUE DESCRIBIS TAMBIEN FORMARON PARTE DE MI VIDA(LOGICO ,SIENDO DEL'62!!!!JAJAJA) NO, EN SERIO ,SEGUI ESCRIBIENDO !!!! SOY TU FIEL LECTORA Y FAN !!!! UN BESOTEEEEEEEE

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  6. que capacidad de almacenamiento de informacion pablo!!!, ojala sea como vos cuando sea grande!!!! yeah!!!....

    pd: otro dia te juego un pan y queso a ver quien paga la pizza con cerveza..ja...

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  7. Con las patas que tenés vos, seguro que me ganás en dos pisadas y trasca, me pisás la cabeza y no la punta del pie.

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